A las de junio este 2015 se las muestra como si nunca hubiera habido elecciones en este país y de ellas cupiera esperar el gran salto cualitativo a la democracia. Tenemos 36 años –y sólo partiendo de la reforma política de 1977– viendo el mismo espectáculo y comprobando, cada tres y seis años, no sólo su inutilidad respecto a la democracia, sino sus onerosos resultados en términos de gobierno.
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