En esta vida debemos hacer que cualquier parte de la sociedad entienda a todas las demás”, me dice Conchita Calvillo Alonso el pasado mes de octubre al recibirme en la sala de su histórica casa en el barrio de Tequisquiapan, San Luis Potosí. Con claridad, sabiduría y generoso talante me responde a la pregunta sobre las impostergables tareas que debemos emprender los mexicanos para reconquistar una posibilidad de futuro como país: “luchar por la verdad y acabar con la corrupción, y sobre todo luchar por la educación del pueblo, al que han vuelto ignorante, sé que en esto último nos faltan como 200 años para lograrlo”. En el centro de su mensaje aparece recurrente la palabra luchar, luchar sin miedo, luchar para lograr el bien común, como ella misma lo hizo al lado del doctor Salvador Nava Martínez, su esposo y compañero, con quien escribió una página excepcional, irrepetible y entrañable en la historia de la lucha por la democratización de México en el siglo XX. Conchita termina nuestro encuentro no sin antes compartirme la que considera fue la principal característica del doctor Nava: “nunca dio un paso atrás, nunca”. Conchita, al igual que todas las mujeres que lucharon a su lado, tampoco.
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