El 2018 parece haberse iniciado con barruntos de guerra. Los más ominosos han sido temporalmente despejados –de manera muy parcial y tentativa– por el glamour de la competición deportiva y fotografías colaterales. Por infortunio, los de otra guerra –la comercial– se siguen acumulando y las hostilidades, más o menos frenadas en los 13 meses que el señor Trump ha ocupado la Casa Blanca, amenazan con rebasar toda contención. Abril es una ocasión cercana en que las primeras salvas pueden tornarse cañonazos o bombardeos (comerciales).
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