Enrique Ochoa, jefe del PRI, hizo un chiste infortunado sobre los priístas que se han pasado a Morena, a los que llamó PRIetos. Su comentario despertó una oleada de críticas que por poco lo ahogan. Hace 20 años, probablemente, su juego de palabras hubiera pasado desapercibido. Unos cuantos críticos veíamos el racismo en México no sólo como obvio, sino como nuestro mayor problema. José Iturriaga, Agustín Basave, yo mismo y un puñado de articulistas y escritores insistimos durante años en el tema.
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