martes, 19 de mayo de 2020

Marcos Roitman Rosenmann: Julio Anguita, el maestro que enseñaba con el corazón

Poco sabemos de su vida privada. Supo distinguir los espacios en los cuales actuaba. No mezcló ni dio pie a fabulaciones. Maestro de instituto, historiador, republicano y militante comunista. Todo por vocación. Entendía la política como una responsabilidad ciudadana. Sus trincheras fueron muchas. El aula de clase, la alcaldía de Córdoba, el Parlamento andaluz, la Cámara de diputados, la dirección política en Izquierda Unida, el Partido Comunista y últimamente en El Frente Cívico y la Unidad por la República. En todas dejó huella. Su presencia no pasaba desapercibida. Sentía orgullo de ser comunista. “¡Yo soy rojo! Soy partidario de la revolución, de negar lo existente. Yo no asumo los valores del sistema. Soy un antisistema.” Poseía una amplia cultura poética y literaria. Hombre de principios, no avasallaba con citas eruditas, ni rehuía el debate cuerpo a cuerpo. Así se ganó el respeto. No buscó honores. Espejo de muchos, pocos han seguido su ejemplo, aunque se le reivindica. La dignidad supone humildad, no se encuentra en Twitter, Instagram ni Facebook. Preguntado sobre su regreso a las aulas, renunciar a su pensión como diputado y pedir la suya como maestro de escuela, respondió: “El que, al perder el coche oficial, sienta que ha perdido la vida, es un tonto químicamente puro. Un indigente moral y, si se me permite la palabra, un gilipollas”.

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