A los incalculables daños colaterales de esta guerra de alta intensidad llamada pandemia, de discreta letalidad pero de enormes perjuicios para el grueso de la población mundial, como la creciente escasez de empleo y de agua, el aumento de la contaminación ambiental por el desecho de millones de artículos sanitizadores y tapabocas, esa dudosa pieza convertida en memoriómetro al reducirse a fastidioso objeto olvidable, más el dilema de moda en torno a la vacuna, hay que añadir la relación padres-hijos-escuela, deteriorada antes del Covid y hoy crítica, con todo y la intentona de la Asociación Nacional de Escuelas Particulares.
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