La reconstrucción no es un asunto de ladrillos y varillas, sino de personas y emociones. De ahí que la demolición de edificios, la reparación de casas y condominios, el diseño y organización de los apoyos, los planes para futuras construcciones no pueden pensarse como si no existieran muchos cientos y quizá hasta miles de víctimas directas y varios círculos concéntricos con todos los afectados de muy diversas maneras. Ahí están los familiares, amigos, vecinos, dolientes solidarios, los de centros de acopio, brigadas, campañas de apoyo, y todos los que se han involucrado de innumerables maneras y suman algunos cientos de miles; un enorme peso de opinión y acción que, más allá de los expertos y científicos, deben ser considerados como un actor fundamental. Toda tragedia y, aparejada, toda reconstrucción trae consigo inevitablemente y con diversos grados de visibilidad una reorganización social. Las personas se unen primero para sobrevivir, ahora se juntan para reconstituir sus vidas.
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