sábado, 25 de agosto de 2018

Ilán Semo: El tren de la discordia

La idea de unir al Golfo de México con el océano Pacífico por medio del Istmo de Tehuantepec es tan antigua como el siglo XIX. La primera –y más onerosa– ocasión data del Tratado de Maclane-Ocampo, donde la parte mexicana cedía a perpetuidad, y con toda libertad, los derechos a Estados Unidos para transportar bienes, tropas, pertrechos militares y gente en un tren que debería construirse entre ambos países. Aunque nunca fue ratificado en Washington, el tratado expresaba ya la visión que habría de definir la geopolítica estadunidense en la parte de Las Américas que va de Panamá hasta Canadá. Basta con señalar que la mayoría de las múltiples intervenciones militares directas de Estados Unidos en el continente han tenido lugar, precisamente, en esta área, incluyendo las que emprendió en la región del Caribe. En otras palabras: se trata de una zona que la Casa Blanca ha visto, desde entonces, como la frontera sur de su área íntima de seguridad nacional.

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