Los lunes, desde temprano, ya estoy prendido en la computadora para leer los mensajes que la fracción más madrugadora de la multitud me remite para comentar la columneta de ese día. No sé en qué proporción se catalogan las opiniones que recibo por una sola razón que nada tiene que ver con la ideología o la política: simplemente no sé matemáticas, pero grosso modo son: coincidentes, rechazantes, aprobadas en lo general pero con reservas en puntos específicos, de acuerdo en el fondo pero inconformes con redacción y estilo. Algunas opiniones aberrantes a tal grado, que son calificadas de forma tan agresiva como: &$%//¨¨¡!#´´°°¿? (La traducción al español puede encontrarla en la edición 1255, de Dick Tracy y una versión en español la conseguirán en el Chanoc de diciembre de 1988.) Pues en la semana recibí justificados reclamos. Uno sintetiza: “La columneta padece el síndrome de candidato en campaña o de funcionario ya ganancioso, pero de escasa memoria: los ofrecimientos, promesas comienzan a evaporarse al día siguiente de la elección. La columneta, por su parte, presenta una semana algún asunto por demás interesante pero... se acaba el espacio y, como en las telenovelas, deja el desenlace en lo más emocionante y promete, el final en la próxima semana, pero nos deja colgando de la brocha y empieza una nueva historia. ¿Qué pasó con lo que nos iba a contar del PRI, que le miente a su candidato y le organiza la peor de las campañas? Y del ‘cerillo’, al que refirió con una de las viejas canciones que sólo usted se sabe: ‘Las torres que en cielo se creyeron…’ ¿Todo lo que no quepa en una columneta, mejor lo olvidamos?” Acuso recibo y contesto: mea máxima culpa. Cuando menos los dos temas citados los corregiré a la brevedad. Por ahora quiero referirme a otros problemas de gran urgencia que afectan a dos lugares –en Chiapas y en Coahuila–, a los que separa una gran distancia y los identifica la irresponsabilidad delictiva de las autoridades y, seguramente, la complicidad de éstas con los grandes intereses beneficiarios de su lenidad. Pues fíjese usted que a muchas de las personas a las que me paso la vida encuestando (es un decir) sobre todo asunto de interés público o personalísimo, cuando les pregunto qué saben de un municipio llamado Cuatrociénegas, me contestan: “creo que es un pueblo de allá por el norte, Sonora, ¿sí? donde nació un héroe, ¿Pancho Villa o Francisco Madero, no?
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