Los debates sobre el presupuesto, el impacto de los recortes y el deseo de control de la 4T sobre el INE son discusiones insuficientes que incluso distraen una inmejorable oportunidad de reformar el andamiaje electoral en México. Después de 20 años en lides electorales, me permito de una manera provocadora, decir: frente a los cambios del país, el actual andamiaje electoral luce disfuncional y rebasado. Ante el afán de defender al INE como uno de los “últimos reductos de autonomía” comentaristas que ayer eran críticos ahora lo defienden con una pasión desmedida. Bien rápido se ha olvidado el nivel de descrédito y la crítica percepción de la ciudadanía hacia la institución electoral. El INE nunca ha sido independiente ni mucho menos autónomo, el consejo es construido como resultado de cuotas y sus equilibrios políticos son tan frágiles que terminan sucumbiendo. Segunda falacia: afirmar que el INE es ciudadano. El INE ha sido colonizado por funcionarios de la burocracia electoral del propio instituto, de los Oples y de los tribunales electorales de todo el país. Funcionarios que llegan con el apoyo y consigna de los partidos. Al paso del tiempo, se ha edificado una chocante electocracia marcada por el doble discurso. Bajo el pretexto de lo complicado y azarosas que resultan las elecciones, sólo una casta electoral bien preparada puede hacerse cargo. El resultado es un espacio clausurado para el ciudadano. Es un hecho real que el INE y todo el andamiaje electoral mexicano ha venido desgastándose y perdiendo credibilidad. Los comicios de 2108 fueron a todas luces atípicos. El resultado contundente de las urnas y la larga distancia del ganador hizo innecesaria cualquier impugnación. Fue el mejor resultado para una institución agobiada por las críticas y señalamientos. Sin embargo, ante la actual “tiranía de las mayorías”, pareciera que preservar ahora el INE como está sería un gran logro democrático. Se olvida que la percepción ciudadana tan sólo en las pasadas elecciones fue de desconfianza a la autoridad electoral, como la solicitud de renuncia a los consejeros por el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas, Sergio Aguayo y Denise Dresser, entre otros intelectuales. Los constantes enfrentamientos y contradicciones entre el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación y el INE desorientaron a la ciudadanía. La complacencia del Consejo General frente a las anomalías documentadas de Coahuila y estado de México en 2017, justificaban que entre 60 y 70 por ciento de la ciudadanía desconfiara de las instancias electorales.
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