martes, 27 de enero de 2015

Julio Hernández López: Astillero

A contracorriente de la peculiar queja que profirió en su refugio más o menos controlado para fines facciosos, el estado de México, en el sentido de que “las buenas cosas se olvidan” fácilmente (concediendo que son “buenas cosas” las obras y servicios que el gobierno federal realiza con dinero del pueblo, entre fundadas sospechas de corrupción mediante contratismo y otras fórmulas sucias), a Enrique Peña Nieto debería moverle a profunda reflexión, y consecuentes acciones reivindicatorias, el hecho de que las “cosas” malas difícilmente se olvidan y, en el caso de Iguala, Cocula y los estudiantes de Ayotzinapa, esa memoria, pero no sólo el recuerdo, sino también la denuncia y la protesta, siguen presentes en todo México y en muchas partes del mundo.







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