A pesar de los miedos inyectados a la sociedad griega desde altas y rimbombantes oficinas, gubernamentales y multilaterales europeas, los ciudadanos de ese pequeño país acudieron a las urnas a decidir su destino. Y lo hicieron en suficiente cantidad como para inclinar la balanza de manera definitiva hacia la opción de la izquierda que representa la coalición Syriza. Ese partido, ganador de las elecciones, formará gobierno con holgura suficiente como para marcar su autonomía del resto de las fuerzas políticas. Será, tal y como ha sostenido en campaña, el primero que rechaza, de manera abierta y tajante, los inapelables dictados de una imponente superestructura de firme inclinación financierista. El programa propuesto por Syriza trata, resumiendo sus palabras, de salvar al capitalismo de sí mismo.

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