Cuando la tierra se mueve se pierden seguridades reales y simbólicas; se entra en un estado de máxima desprotección, un momento cercano, quizás, a la tortura de soportar que el piso firme oscila bajo los pies con un temblor que pareciera durar siglos. Pero un cataclismo genera también impacto social, y en ocasiones la solidaridad tiende a modificar la relación sociedad política-ciudadanos de a pie, y pueden diluirse las posiciones de dominación de clase de los que mandan sobre la sociedad civil, que es lo que más temen.
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