En el mes de julio apareció en Financial Times una noticia inesperada. Una suerte de balde de agua fría sobre la retórica de la tecnocracia que desde los años 90, tanto en México como en América Latina, ha hecho del fetiche de los salarios bajos el instrumento central para atraer inversiones del extranjero. Entre 2006 y 2017, los salarios que las empresas chinas pagan a sus trabajadores en la industria manufacturera ascendieron de 1.50 dólares por hora a 3.30 dólares. Es decir, un aumento de 120%. La noticia no ofrece informes sobre los ingresos de los trabajadores chinos del campo y los servicios. Pero ya que se trata de la discusión sobre los “incentivos para atraer capitales”, lo que importa, en el caso de China, son los sueldos que se erogan en el sector de la manufactura. Más de 75% de las exportaciones del país oriental se asientan en este rubro, al igual que la mayor parte de las inversiones que absorbe de las industrias y las finanzas globales. Finacial Times agrega que los salarios chinos ya equivalen a los que reciben en la actualidad sus homólogos en Portugal y Grecia. Y pronto podrían ascender aún más.
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