Han lanzado varias tentativas para llegar al poder central de la República desde la Secretaría de Hacienda. Ninguna de ellas fructificó como hubieran deseado a pesar de constituir un trabuco de profesionales financieros con ambiciones de largo aliento. Lo más cerca de coronar los esfuerzos se dio cuando Ernesto Zedillo entró de emergente tras el asesinato de Luis Donaldo Colosio. Ese tecnócrata no salió de tal institución pero recibió, previamente, un entrenamiento semejante. Lo improvisado de su candidatura y el escaso tiempo que tuvo para preparar el asalto a la silla principal no le permitió sembrar la ruta de manera adecuada. Para tal cometido es preciso una construcción cuidadosa y dilatada que el bajacaliforniano no labró. Eso no le impidió intentarlo una vez empotrado en Los Pinos mediante una operación trastabillante pero, finalmente, regularmente exitosa. El cuerpo burocrático previo para que la aventura pudiera consolidarse fue ralo y con medianas ambiciones generacionales.
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