sábado, 3 de abril de 2021

Ilán Semo: El cuerpo esquizo

Se podrían imaginar dos leyendas sobre el destino de Thor, el hijo de Wotán –dios de la guerra– y de Jard, la Tierra. En la primera, Fenrir, un lobo gigante y siniestro, amenaza a los dioses constantemente. Éstos le tienden una trampa sutil que el lobo descubre, pero acepta someterse a ella bajo una sola condición: que el trato entre él y los dioses se selle con el lobo encajando sus fauces sobre la muñeca del dios Tyr. Y así sucedió. Fenrir devoró la mano de Tyr, y éste, al encadenarlo, devino el signatario de la justicia, los debates y las asambleas. En la segunda leyenda, Tyr ve cómo su mano vuelve a crecer y el lobo demanda devorarla de nuevo. La lucha se prolongará sin fin. El deseo de Fenrir se vuelve innumerable –para sostener el contrato– y la disponibilidad de Thyr también –para mantenerse como el signatario del orden–.

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