Creo que puedo comprender la actitud de los anulistas, en un país donde pocas instituciones tienen legitimidad, donde la burocracia dorada del IFE, hoy INE, ha solapado los fraudes electorales y no logra controlar las trampas y abusos de los partidos poderosos. De pronto el silencio parece una opción, porque a veces callar puede ser la mejor manera de comunicarse. Pero frente al actual proceso electoral, creo que esa actitud puede ser la peor.
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