Con la unción del doctor José Antonio Meade como precandidato del PRI a la Presidencia de la República se despejó una importante incógnita en este partido que, al confirmar su registro, dará un paso hacia adelante, al sentar un precedente histórico, por haberse abierto a la sociedad –misma que sostiene una actitud muy crítica frente a quienes con su mala conducta desprestigian el servicio público–, y por haber seleccionado a un ciudadano, simpatizante y no militante, tal y como lo permiten los estatutos reformados del PRI, –sin tacha y sin señalamientos negativos–, no obstante que el partido mayoritario de México contaba y cuenta con cuadros militantes bien calificados para la contienda que se avecina, pero Meade fue considerado como el prospecto de mayor rentabilidad electoral, y como la opción política más aceptada, tanto por la mayoría de la sociedad libre, que no milita en organización política alguna, como por una parte importante de los militantes priístas, más los segmentos sociales y personalidades de otras organizaciones partidarias que le han expresado sus simpatías y sus adhesiones; lo cual en una sumatoria, le otorgan serias posibilidades de triunfar en las elecciones de julio próximo, no obstante que se espera una contienda de alta competitividad, al estar en juego, nuevamente, la disputa por la nación, en la que participarán candidatos de diferentes formaciones y tendencias políticas, con propuestas distintas, en cuanto a las soluciones de los grandes problemas nacionales.
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