Muchas de las opiniones, algunas con respaldo de estudios empíricos, aseguran una relación directa entre inversión y crecimiento económico (PIB). Sin este componente de capital, o con cantidades menores a 15 o 20 por ciento respecto de ese PIB, no se podrá alcanzar el propósito de mejorar el bienestar general. Volúmenes de inversión iguales o superiores a 25 por ciento ofrecen garantías de igualar, incluso superar, metas deseables: 4 por ciento anual o mayores. La composición de tales inversiones distingue entre el origen de ellas y las clasifica como locales o externas. Se habla, claro está, en referencia a las inversiones directas a la planta productiva y no a las que se dirigen a la especulación en bolsa o a la compra de papeles oficiales (deuda).
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