“En Anenecuilco se abre, como una herida, la historia del país”, escribió Gastón García Cantú en Utopías mexicanas. Media década después, en Xochicalco se reafirmó la reiteración del agravio como política hacia el peladaje. En el Amilcingo de hoy se mostró, en blanco y negro, no sólo que la herida original no ha cicatrizado, sino que se ha hecho más profunda y dolorosa.
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