La postura expresada por el presidente López Obrador es rectilínea. Su argumentación no esconde arcanos tenebrosos ni se apoya en rebuscados fundamentos. Simplemente pretende asegurar que la reforma jurídica tenga la concreción avistada como necesaria. Adelantó su opinión para facilitar que el ministro presidente Arturo Zaldívar, además de encabezar el diseño y la operación de la misma, sea quien la concluya. La importancia de ese emprendimiento, para la salud de la República, no puede evadirse ni, menos aún, disminuirse. En este tema –de fondo– debía radicarse, al menos, buena parte de la polémica pública.
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