Las primeras listas que recuerdo, y en las que me vi involucrado, son las que pasaban en la primaria y la secundaria, las cuales, por cierto, eran algo aburridas. En ellas aparecía entre los últimos por mi apellido. En primero de secundaria me tocó el número 57 (que consideraba el de mi suerte). Después, ya en la preparatoria, en 1961, a raíz de una protesta que organizamos frente al consulado estadunidense en la ciudad de Monterrey por la invasión a Cuba en Playa Girón, me tocó caer en otra lista. Esta vez nada menos que en la famosa Black List, misma que formula el Departamento de Estado de Estados Unidos contra aquellos que considera personas “non gratas” e implicadas en actividades antiestadunidenses. En esa lista nada inocua, que para muchos nos resulta honrosa, me mantuvieron durante 25 años, lapso durante el cual se mantiene el castigo y prohibición para, entre otras cosas, viajar al vecino país del norte.
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