De todas las fuerzas políticas europeas que en la década de los 30 impusieron regímenes de excepción, tres se distinguieron por convertir a sus sociedades en la vasta prisión de un Estado total: el fascismo en Italia, el nacionalsocialismo en Alemania y el falangismo en España. En sus orígenes, los dos primeros cobraron consenso a partir de la devastación social e institucional provocada por la Primera Guerra Mundial. Entre sus premisas, se hallaba una postura beligerante hacia la moralidad religiosa. Misma que nunca llegó a una ruptura con la Iglesia, aunque se tradujo en una relación siempre recelosa entre ambas partes. En España, en cambio, el falangismo nació, evolucionó y se consolidó como una forma de fascismo confesional. Sus nexos con la jerarquía eclesiástica española se mantuvieron incólumes hasta el final. Se ha escrito mucho sobre los orígenes sociales y culturales del falangismo, pero no se ha estudiado con rigor el impacto que produjo el levantamiento cristero en México en su formación.
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