En el apenas concluido 19 Congreso Nacional del Partido Comunista de China, su secretario general y presidente de la República Popular, Xi Jinping, dio un paso, quizá prematuro, hacia la inmortalidad. Al inscribir su pensamiento en la Constitución del partido, a la par de las ideas de Mao Zedong y Deng Xiaoping, se asignó una posición sin otro paralelo que la de estos líderes históricos y, desde luego, por encima de los demás dirigentes en los siete decenios de existencia de la revolución china. Inicia así con estatura política inigualada, que se le reconoce estando en vida y en funciones, su segundo quinquenio frente al partido y el Estado. La inscripción en la Constitución del PCCh del “pensamiento de Xi Jingpin sobre el socialismo con características chinas para una nueva era” fue vista por buena parte de los analistas occidentales como la reafirmación definitiva de la primacía de su liderazgo.
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