Al llegar al Senado, Gaius Julius Caesar fue distraído con un pliego petitorio que le entregó uno de los legisladores, y en ese momento recibió la primera herida. Al reaccionar contra el verdugo, una veintena de senadores también lo apuñalaron y, ya moribundo, entre los atacantes descubrió a su casi hijo y protegido. Y le reclamó en voz alta: “también tú, Brutus?”
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