Durante décadas, las plazas públicas y los espacios de comunicación al alcance de la oposición electoral de izquierda se vieron poblados de nombres y apellidos que simbolizaban lo peor del régimen al que combatían: “mafia del poder”, era el terceto de palabras que englobaba a los villanos nacionales. No se necesitaban procedimientos judiciales ni asideros jurídicos: la sabiduría popular y sus intérpretes sentenciaban sin apelación posible a los principales responsables de la desgracia nacional. Contra ellos se pedía castigo: cárcel, exilio, expropiación de bienes, inscripción estigmatizante en el muro de la podredumbre nacional.
de La Jornada: Política http://bit.ly/2HIUPUp
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