Fueron demasiados los años de preparación para precisar el lugar que les correspondía en el complejo republicano liberal. Otro tanto para definir su igualdad con las autoridades electas por voto popular. Llegaron a la plena identificación, con los distintos gobiernos que los necesitaron dada su baja legitimidad. Hasta que surgió la oportunidad de no requerir tapaderas de ninguna especie. Simplemente se asentaron en los cuartos de decisión y ahí, orondas, las élites de variada especie dispusieron a gusto su estrategia y mando. Sólo restaba capitalizar (monetizar también) logros, asunto al cual se dedicaron en los subsecuentes años. Es debido a esta costumbre, ya normalizada por prolongado entrenamiento y acción, que un cambio súbito de las reglas les causa tanto desconcierto, “preocupación” y enojo.
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