Pobreza, necesidades extremas, amargura y dolor han tenido que superar las familias de los compañeros mineros fallecidos en la mina de Pasta de Conchos, Coahuila. El sufrimiento y la carga emocional de los deudos han sido inmensos. Difícil de soportar no haberle dado el derecho a las familias de una digna sepultura a sus seres queridos, no poder acudir a rezar, a llorar, a llevarle flores al esposo, al padre, al hermano o al amigo que perdió la vida en la fatídica explosión de la mina 8 de San Juan de Sabinas, aquel 19 de febrero de 2006.
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