La conciencia de este hombre lúcido que acaba de morir a los 91 años se manifiesta hasta en el final de sus fuerzas redactando un escrito para advertir a sus lectores sobre el tremendo trance que afrontará en los próximos días. No está solo. Su compañera por más de 60 años y su hijo están junto a él en ese tramo al que duda sobrevivir y por eso escribe sobre sus convicciones; lo hace serenamente: “Tengo el honor de haber dejado una ínfima huella en los movimientos obreros de Argentina, Brasil, Perú, Italia, México y en la República Socialista Árabe de Yemen del Sur”. Intelectual de altos vuelos, no escribía como los sabihondos que creen merecer pleitesías o aquellos convencidos de estar por encima de los otros utilizando un lenguaje críptico. A pesar de su extraordinaria capacidad intelectual, Almeyra fue un hombre cercano a la gente, un militante por las causas de la clase obrera. En sus escritos se podían leer análisis sobre la situación de los trabajadores que iban de lo local a lo transcontinental de América Latina, acicateando a las vanguardias sindicales, a partidos o a los gobiernos de filiación izquierdista para que construyeran una democracia desde abajo con los trabajadores, hombres y mujeres apoderándose de sus unidades de producción, fábricas, empresas, campos agrícolas, vecindades, tomando decisiones sobre su propio trabajo y la producción, consensando las mejores maneras de preservar el entorno medioambiental. Al leer los planteamientos de este autor venía a mi mente lo que Engels y Marx pensaban de las clases obreras inglesa e irlandesa en el texto Emigración forzada y de cómo su pensamiento dio un vuelco de 1848 a 1867. Los pensadores del siglo XlX habían determinado a la clase obrera como el sujeto transformador por excelencia de la historia, y en el 48 pensaban que la liberación de los trabajadores de los países industrializados, en este caso Inglaterra, conduciría a la liberación de los obreros de las colonias, en este caso Irlanda. Sin embargo, en 1867, merced a su experiencia en La Internacional y la observación de las naciones donde se desarrollaba la expansión colonial, los teóricos vinculan la “cuestión nacional” y la lucha de clases dentro de la nación dominante y la nación dominada. La clase obrera inglesa por intereses materiales resultó aliada de la clase que la oprime y enemiga de la clase obrera irlandesa colonizada. Esto los lleva a una conclusión diametralmente opuesta a la del 48, en el sentido de que la liberación de la clase en los países colonizados supondrá la liberación de la clase trabajadora de los países industrializados. Desesperado, Marx no dejó de fustigar a los trabajadores ingleses por lo que consideraba una alta traición contra los trabajadores de Irlanda, y en esto hay un parecido entre la impaciencia que algunos de los escritos de Almeyra traslucen sobre los movimientos populares y la clase trabajadora latinoamericana, sin que este autor deje de examinar circunstancias y factores influyentes de cada caso. En varias ocasiones tuve el privilegio de intercambiar opiniones e información mediante Internet con este personaje entrañable. En 2016 ante la emergencia de la embestida que Donald Trump, ya como presidente electo perfilaba en sus declaraciones contra México, Almeyra mostró su preocupación sobre las repercusiones del estilo político inaugurado por el magnate de los casinos y bienes raíces.
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