Estamos parados en un punto de inflexión de la cultura en el que se vislumbra el debilitamiento del individualismo y un cierto auge del interés por lo político. Este arco que va del “yo” al “nosotros” amplía la visión que nos dejó el neoliberalismo con el dogma de que éramos competidores solitarios, es decir, “animales económicos”. Hay muchas áreas de nuestra cultura que no se pueden simplificar al costo-beneficio y eso es lo que parece que empieza a iluminarse. Sin duda, lo político no resuelve nuestra conflictividad pero sí la hace comunicable, a diferencia de lo económico en donde la competencia es sorda. Para competir, hay que ser amoral y ocultar tus ventajas.
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