sábado, 19 de junio de 2021

Fabrizio Mejía Madrid: Primero la leche

Como en el caso del mestizaje, que pretendía difuminar el racismo, la idea de que somos un país de clase media alimentó la forma en que el antiguo régimen suprimía los derechos sociales. Más que la verdad, de lo que se trató fue de darle estabilidad a la fantasía de una sociedad que estaba “en vías de dejar de estar en vías de”. Durante los gobiernos de Calderón y Peña, por ejemplo, los científicos de la burocracia bajaron los mínimos para considerar a alguien como pobre y, de un plumazo, pusieron en la clase media a 10 millones más. Lo presumieron como un logro, a pesar de que sus criterios científicos aseguraban que no vivían hacinadas cinco personas en dos cuartos o que, como la educación secundaria se hizo constitucional hasta 1982, ese derecho “no podía ser retroactivo”. El engaño se hizo simbólico: aunque sólo 12 millones de mexicanos pueden definirse como clase media, 62 millones así lo hacen. Este autoengaño facilitó los recortes en salud, educación y vivienda: si el país es de clase media, no se necesitan programas sociales contra la pobreza.

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