El resultado general de las elecciones del 6 de junio ha impulsado las buenas prácticas de las instituciones del Estado y fortalecido la división de poderes. La civilidad de la jornada electoral es digna de celebrarse, pues concede estabilidad democrática al reafirmar la actividad competencial de los tres poderes. Asimismo, el valor del sufragio abre un debate que da cuenta del papel del Poder Judicial de la Federación (PJF) en los pesos y contrapesos de la esfera republicana.
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