Una buena tarde, aunque también durante cualquier mañana –incluyendo a las mejores cuando son tibias– la crítica terminal y profunda de los opositores al gobierno aparece irredenta y despiadada. Han encontrado algunas llaves, las creen maestras, que les permiten ir y venir con frases moldeadas al canto y para cualquier ocasión. No dudan, ponderan y echan todo el peso de sus laureles, reconocimientos y amplias bocinas, para enfatizar su maestría. Al golpe de cientos de artículos, horas inacabables de comentarios y alegatos en los medios de comunicación, van levantando muros de condenas, en especial contra el Presidente de la República. Sujeto privilegiado éste de sus palabras y pensamientos, acuden a su ya manido repertorio, en verdad, para celebrarse a sí mismos. Se admiran, extasiados, como celosos guardianes del bien decir, la democracia y otras supravirtudes.
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