El año 2017 concluyó para Donald Trump –quien se ha vuelto el centro de gravedad y/o el atractor fatal tanto a escala doméstica como global– con estratosféricos beneficios para Wall Street, las trasnacionales y su sustancial recorte impositivo, las petroleras del fracking desregulado y el supremacismo del primer Netanyahu de Israel: Estado racista/paria/ apartheid, si eso significa “ganar”, cuando la política exterior de Estados Unidos sufre reveses no vistos desde hace 70 años y su tejido social se disgrega en forma alarmante.
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