Cada partido es libre de elegir a sus líderes y a sus candidatos como mejor le plazca. De manera que si los priístas han decidido que lo mejor para ellos era que el primer priísta de la Nación eligiera a su candidato, será porque tienen una fe ciega en su buen juicio. Hay que reconocer que ya intentaron otros métodos que son en principio, más democráticos: desde la pasarela que introdujo Miguel de la Madrid hasta las primarias abiertas que organizó el propio PRI, sin que Ernesto Zedillo metiera ni un dedo. Por lo menos, eso fue lo que nos dijeron. La pasarela hizo candidato a Carlos Salinas; la elección abierta al pueblo no priísta se inclinó por Francisco Labastida que, ¡oh dolor!, fue derrotado por Vicente Fox, ¡oh dolor!
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