En los años cincuenta, el México de la elite vivía casi en el paraíso. Lo presidía una familia revolucionaria que a Salvador Novo le divertía concebir como: “una familia real y reinante, cuyo escudo de armas ostenta una 45 y un garrote electoral”. Lo político ejercitaba una fabulosa inercia. Novo dijo al final del periodo presidencial de Adolfo Ruiz Cortines: “Como que nos da muchísima pereza la política, como que estamos muy contentos así como estamos y nos importa poco lo que venga”. Y se preguntaba: “¿No será equilibrio el aparente letargo? ¿Por qué no le importa al hombre común la política?” Pensaba que después de la lucha armada México había crecido como civilización y que se habían atenuado las diferencias de clase. La prosperidad general desvanecía odios, desactivaba las causas del resentimiento, hacía sonar hueca, caduca y mezquina a la oposición.
de La Jornada: Política http://ift.tt/2DEbh14
No hay comentarios:
Publicar un comentario