No sé qué habrán pensado el reportero y sus editores en el diario El País al decidir publicar la nota sobre Guerrero del pasado martes 16 de enero (“La desaparición de siete jóvenes golpea de nuevo a la policía de México. Las familias acusan a agentes de Chilpancingo de ‘levantar’ en las fiestas de Navidad a los jóvenes: tres han sido encontrados vivos, dos muertos y de otros dos se desconoce el paradero”). Tampoco, lo que habrán pensado los lectores mexicanos de dicha entrega. Lo que yo sentí y razoné, si es que tal cosa es posible en esas circunstancias, es que se constataba una terrible sospecha: que vivimos en y bajo la barbarie y que ésta impone sus códigos y criterios para ordenar la vida de todos y no sólo de los que viven de manera inmediata bajo su yugo.
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