A cuatro años de la desaparición forzada de los 43 normalistas de Ayotzinapa, la voz de los padres y madres de los jóvenes volvió a sonar con fuerza, con indignación y con rabia, pero por primera vez en mucho tiempo, en medio de ese dolor apareció un tono de moderado optimismo, una necesidad de creer que en los próximos meses podría afianzarse o desaparecer.
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