El 2 de octubre constituyó la derrota por la vía militar del movimiento estudiantil cuyo epicentro fue Ciudad de México, pero no significó la terminación del mismo. A diferencia de la percepción de la gente e inclusive de la mayoría de universitarios y politécnicos, después de la masacre la acción de los activistas continuó inmediatamente, pues desde un principio hubo que pelear por la entrega de los cadáveres a los familiares, asistir a los heridos en los hospitales y presionar para que los aprehendidos ese día y los presos políticos detenidos antes de esa fecha fueran liberados.
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