De un lado para el otro, el gobierno en ciernes encara las duras verdades de las víctimas y las mil y una expresiones y ánimos que la violencia criminal ha dejado en personas, familias, comunidades y regiones. De ese tamaño es el dolor y de esa magnitud es el esfuerzo que tendrá que desplegarse no sólo para aliviarlo, sino para ofrecer a los deudos un refugio, un consuelo, no digamos una razón para seguir sintiéndose parte activa, voluntaria y decidida de una comunidad mayor llamada nación, México, patria.
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