Los muertos pertenecen a los vivos. Los colocamos en tumbas, los hacemos cenizas, los mandamos al más allá, les asignamos vida eterna y hasta resurrección; los empleamos para nuestras tristezas y melancolías. Los usamos según nuestras propias necesidades. Cuando mucho, los invocamos como instructores de tal o cual decisión póstuma. Total, ellos ya no pueden opinar. El día 24 de este mes murieron en un accidente aéreo cinco personas, dos de ellas de relevancia política: Martha Éricka Alonso y su marido, Rafael Moreno Valle.
de La Jornada: Política http://bit.ly/2BEnCmw
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