Eran las 9:07 horas cuando se decretó el fin de una época. El enorme portón de hierro forjado que pertrechaba la sede presidencial se abría para dar acceso público irrestricto a la otrora residencia oficial de Los Pinos y mostró la intimidad del poder con su opulencia, sus lujos y sus despropósitos. Ayer una realidad, hoy reconvertida por el nuevo gobierno en sala de exposición en ciernes: el museo del poder.
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