Este moribundo año de 2018 ha sido uno de pasiones múltiples, inesperados triunfos opositores, rencores de clase, inicios desbocados y muchas tareas públicas anunciadas. Por ahora, en efecto, sólo se tienen los esbozos, los tirantes que podrán, o no, ser piedras inaugurales del futuro. Ha sido, también, el de la esperanza para millones que pusieron su confianza en algo distinto. Un algo que pretende ser fundacional, trascendente para la vida de los que carecen de aquello que la hace llevadera, digna. Un año fructífero, de dibujos atrabancados para un mañana igualitario. Arranques que han sido largamente meditados pero que no evitan rasgos improvisados. Un año de innegable movimiento prometedor emparejado con caros injertos heredados que se tienen que asumir. Un año, en fin, que habrá de ser recordado, a la hora de los recuentos, por sus borbotones de energía enfocada hacia el mañana.
de La Jornada: Política http://bit.ly/2ELxnCJ
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