El Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE) ha desatado una intensa campaña propagandística en defensa de sí misma (yo he recibido por lo menos una veintena de “informes” no solicitados en mi correo) a partir de autoproclamarse una serie de ilimitadas virtudes, sin mostrar el menor atisbo de reflexión y análisis sobre los difíciles procesos que desató a partir de su encumbramiento como organismo responsable de evaluar a los maestros. Dice su actual presidenta que “a causa de una supuesta percepción –de que fue un instrumento persecutor para el magisterio– respecto de la cual no hay evidencia alguna. (La Jornada, Laura Poy: Riesgo de pasar de una evaluación ‘punitiva a una a modo: Bracho’, 17/2/19)”, se estaría desvirtuando su participación (responsabilidad) en las evaluaciones. El cinismo que demuestra esta afirmación debería ser suficiente para cualquier persona que de manera honesta reflexione sobre los problemas educativos, para sopesar la necesidad real de desaparición del INEE.
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