Al contrario de lo que se podría pensar, a la industria farmacéutica trasnacional no le interesa la salud. Su vocación es aumentar sus ya desmedidas ganancias y por ello el “consumidor” ideal de sus productos está siempre enfermo, ya que si se cura deja de comprar y si se muere también. Es una industria cerradamente oligopólica, agresiva para controlar amplios porcentajes de mercado a nivel mundial, obtener patentes exclusivas y altos porcentajes de ganancia, ejercer presión para lograr políticas globales y nacionales a su favor.
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