Una vez que se vaya superando la pandemia del coronavirus y se pueda llegar a la llamada “nueva normalidad”, concepto que en sí mismo involucra una dosis de gran incertidumbre, pero también de ilusión, se podrán poner en marcha actividades pensadas con nostalgia en el confinamiento. Pero también valdrá la pena abordar algunas de las lecciones que tan dura experiencia mos ha dejado. Una que parece importante será analizar ¿por qué el divorcio entre ciencia, científicos y gobiernos? Como afirma Ignacio Ramonet, no se les escuchó, a pesar de señalar la inminencia de una “enfermedad respiratoria altamente transmisible y virulenta que podría convertirse en pandemia” tampoco los avisos re-petidos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) quien urgía en septiembre de 2019 sobre una “pandemia fulminante y sumamente mortífera”. Al mismo tiempo muchos gobiernos habían reducido los presupuestos para la ciencia y para la investigación, se les consideran gastos y no inversiones indispensables y necesarias. Con la pandemia quedó claro que varias profesiones no eran valoradas ni promovidas, todas aquellas que tienen que ver con el sector salud y cuyos actores se convirtieron en verdaderos héroes durante esta pandemia. Fueron evidentes las graves carencias y déficits de personal tan absolutamente necesario, y con ellos la escasez de material e instrumental de primera necesidad, como mascarillas, guantes, ventiladores, tapabocas y batas, entre otros. Y lo peor, la rebatinga entre países por piratear los embarques con ese material y que intentaban llegar a su destino.
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