Si la economía no es, entonces está peor: somos nosotros quienes, por acción, omisión o arrogancia, hemos llevado a la sociedad al borde de un abismo de desempleo del que no hay memoria. Y no la hay porque nunca habíamos sido tantos ni tan urbanos, ni con tantos jóvenes; y es esta mezcla la que nos pone en las orillas, y de rodillas, de acontecimientos extremos, por graves y demoledores no sólo de la economía sino del conjunto del tejido social que da sentido y sostén a nuestra convivencia como república.
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