Aunque separados por casi 14 mil kilómetros, los desastres en Afganistán y en Honduras tienen un común denominador: las políticas de Estados Unidos (EU) que victimiza ambos países. En el primer caso la fallida guerra contra el terrorismo, que a final de cuentas expandió el radio de acción de estos grupos, y en el segundo la fallida guerra contra el narcotráfico, que a final aumentó la cifra de grupos delictivos, extendió su penetración de las instituciones del Estado e incrementó la violencia que enfrenta la población, en particular las mujeres.
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