La idea de que a través de los mercados globales autorregulados el mundo superaría sus muchos desarreglos y dislocaciones, por lo pronto está en pausa. No tanto por la fortaleza del discurso de sus postulantes, defendido todavía por muchos en algunas ciudadelas, sino porque los apoderados y epígonos de tal brujería se ubican en prevalentes condiciones de poder, con presencia en nichos tecnológicos y en mercados mundiales.
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