lunes, 29 de junio de 2015

Ortiz Tejeda: Nosotros ya no somos los mismos

Dentro de los rumorosos, eran más los que pensaban que la noticia de la posible candidatura de Javier Corral a la presidencia del PAN no pasaba de ser una finta estratégica para posicionarse y ser tomado en cuenta, que aquellos que la veían como una seria y formal decisión, que sería llevada hasta sus últimas consecuencias. Dentro de esta minoría estaba inscrito este cronicante que, muy de vez en cuando, logra un acierto político. No soy un biógrafo (no autorizado ni menos oficial) pero sí un seguidor, desde hace muchos años, de las andanzas y peripecias de don Javier. Sé, entonces, que él no acostumbra los rounds de sombra ni los combates virtuales (los verbales son su rutina cotidiana). El día que no encuentra en su camino un contendiente (el tema es totalmente abierto), o cuando al menos a un aceptable sparring, retorna al hogar con aguda depresión. Seguramente es el rasgo de su persona que me resulta más interesante: en un mundo de mudos funcionales, alguien que a la menor provocación te plancha con un rollo a partir de “los fenicios” es un audaz, pero es de fiar: dice lo que piensa. Ortega y Gasset criticaba a los oradores, políticos, intelectualoides de su tiempo: “ni dicen lo que piensan, ni piensan lo que dicen y rara vez hacen lo que dicen o piensan”. No es el caso. Otra razón que acrecentó mi seguridad en la participación de don Javier, fue el pesaje político de quienes serían sus contrarios y, por supuesto, de los respectivos mánagers. En esta esquina, del equipo maderista, la joven promesa queretana, don Ricardo Anaya. A mí, en general, los nerds me simpatizan (no me pierdo emisión de The big bang theory y las vicisitudes de Sheldon Cooper), sin embargo, cuando conocí detalles de su breve historia queretana, lo tuve que poner en entredicho. Ramírez Acuña, sería el führer que muchos panistas consideran que su partido (y el país) necesita. ¿Recuerdan aquel mayo de 2002 cuando al virtuoso gobernador le indignó una fiesta de música rave que algunos centenares de jóvenes organizaron en Tlajomulco? La policía del estado irrumpió en el festejo y con extrema violencia vejó, maltrató, golpeó a los muchachos y los mantuvo tirados en el piso durante horas. Su espíritu represor salió a relucir de nuevo en la Reunión Mundial de Jefes de Estado y de Gobierno, celebrada en Guadalajara en 2004. La brutalidad y la saña con las que reprimió las manifestaciones de los diversos sectores sociales que en uso de sus derechos pretendían expresar el verdadero sentir de los pueblos del planeta, alcanzó tales niveles de salvajismo que no sólo la CNDH, sino organismos internacionales como Amnistía Internacional, condenaron enérgicamente la violencia física y los actos de tortura realizados por fuerzas policiacas, con la anuencia previa y el respaldo posterior del señor Ramírez Acuña. Con razón el siniestro general de cinco estrellas Felipe de Jesús lo nombró secretario de Gobernación. Claro que su proclividad al autoritarismo, su escasa capacidad de razón y su nula actitud (y aptitud) para la conciliación y el diálogo lo llevaron, desde el primer día de su encargo, a una temprana defenestración. (En su descargo, también creo que influyó muchísimo la obsesión de Felipe de Jesús de colocar al efebo en los pits de salida para la grande).



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